Barcelona en mayo parece como si la ciudad acabara de exhalar. El sol permanece hasta casi las 9 de la noche, bañándolo todo de luz dorada. Las temperaturas diurnas oscilan entre los 20 y los 24°C, perfectas para largos y perezosos almuerzos que desembocan en lentas veladas color miel. Las glicinias brotan de los balcones en ondas púrpuras. Las terrazas se llenan de alegría silenciosa: los lugareños regresan y los visitantes empiezan a llegar. Aún puedes respirar en el Barrio Gótico. Sigue buscando un banco en el Park Güell. El Mediterráneo está frío, sí, pero no importa. La gente se zambulle de todos modos, persiguiendo la primera emoción real del verano. Todo empieza a florecer, incluso tú.